Cuando se habla de tecnología en relación a la infancia y adolescencia, a veces da la impresión de que el único demonio con cuernos es el dispositivo móvil.
«¿A qué edad deben los adolescentes tener móvil?»
Es la pregunta recurrente que se les hace a expertos y autodenominados expertos. La generación de mi hijo y mis hijas (20,13 y 12 años) ha nacido y se ha criado en la era de Internet, de la tecnología accesible y de los teléfonos móviles. También en la del cepillo de dientes, la plancha, el secador… pero no por nacer en esta época significa que saben utilizarlos genéticamente. Este es el primer error que cometen muchas familias. La tecnología e Internet, al igual que el cepillo de dientes o cualquier dispositivo eléctrico, deben aprender a utilizarse.
¿A qué edad deben los menores secarse el pelo con el secador ellos solos? ¿A qué edad pueden hacerse un cepillado eléctrico sin supervisión? ¿A qué edad pueden estar solos en el parque o en la plaza de su pueblo?
Convendrás conmigo en que no hay una edad estándar para estas actividades. Dependerá de la capacidad del menor, de su responsabilidad y de la forma de pensar de su familia. Por eso, ante la pregunta ¿A qué edad pueden niños y niñas tener móvil?, la respuesta nunca puede ser un número sino el momento en que la familia considere que saben lo que se traen entre manos y que puede resultarles útil.
Adolescentes y móviles
Apartar a los menores de la tecnología hasta los 16 o los 18 años es, para mí, un error mayúsculo y solo puede venir de quien la utiliza como usuario-espectador. Las charlas que se imparten en colegios e institutos no calan porque son generalistas, repetitivas y no tienen en cuenta ni las particularidades ni las inquietudes de los menores. «Solo deberíais utilizar el móvil durante una hora y media como mucho todos los días». En el instituto, al alumnado le da la risa. Si ese aparato es su televisor, su dispositivo de música, su consola, su comunicación con amigos, su espacio creativo de edición de vídeo, su cámara de fotos…
Una cosa es pasarse hora y media como mero espectador de redes sociales y otra muy distinta pasarse hora y media viendo una serie, hablando con amigos, o escuchando música. ¿Ves por dónde voy? ¿Cuánto tiempo consideras normal dedicarle al ocio? ¿A partir de qué edad consideras que tu hijo/a puede disfrutar de este tipo de ocio? ¿Es el único ocio que practica?
Leer los WhatsApp de tus hijos es otra de las grandes polémicas. Perdona que te diga, pero eso es cotilleo, no control parental. ¿Acaso les pones un micrófono para escuchar las conversaciones que tienen en el patio con sus amigos? Pues fiscalizar su móvil de esa forma es lo mismo. Si consideras que tiene edad para tener WhatsApp y le has explicado las normas de uso de Internet y por qué son importantes, no tienes por qué cotillear su teléfono con la excusa de la preocupación. Todos hemos dicho que nos encantaría verlos por un agujerito cuando están con sus amigos, pero nadie lo lleva a la práctica porque no está bien ni es sano para su desarrollo. Además si lo estás haciendo Spoiler: Tu hijo/a borra los mensajes que no quiere que veas antes de soltar el movil para supervisión en el 99.99% de los casos.
Conversaciones en lugar de prohibiciones
Bueno movil si pero no quiero que tenga redes sociales, o si las tiene solo para ver no quiero que publique nada. En lugar de imponer reglas arbitrarias, es más efectivo mantener conversaciones abiertas y constantes con los hijos sobre el uso de la tecnología. Más que prohibir sin explicación, o por miedos por no comprender realmente el ecosistema en el que se mueven, se trata de ayudarlos a reflexionar y a reflexionar nosotros sobre cómo, cuánto y para qué utilizan el móvil.
¿Qué aplicaciones usan más? ¿Cómo se sienten después de pasar tiempo en redes sociales? ¿Qué creen que sería un uso sano de su tiempo en pantalla? Fomentar estas charlas permite que los adolescentes sean más conscientes y responsables de sus hábitos digitales. Porque el uso con el que se crean las cosas y el uso que le dan los adolescentes no siempre es el mismo, haz memoria. Por ejemplo Instagram es una red social para compartir contenido fotos o vídeo. Pues tus hijos seguramente la quieren tener para utilizarla como un whatsapp con añadidos. Para comunicarse de multitud de maneras con su círculo y su mundo ¿sorprendido?
El impacto en la salud mental
No es solo cuestión de tiempo de uso, sino de qué están haciendo en el móvil. Redes sociales mal gestionadas pueden generar ansiedad, baja autoestima y dependencia emocional, cierto. Es clave enseñarles a diferenciar entre contenido saludable y dañino, a identificar señales de malestar digital (como el estrés o la comparación constante con los demás) y a encontrar un equilibrio entre la vida online y offline. Ejercicios de desconexión y fomentar espacios de conversación sin pantallas son estrategias útiles.
Esto en realidad deberíamos practicarlo también las personas adultas pero ellos aún más por estas en etapa de crecimiento. Si en su día a día están los estudios, el deporte y planes complementarios el uso del movil estará naturalmente restringido porque el menor tiene otros intereses. Si pasa mucho tiempo sola/o y el movil es como hemos dicho antes: tele, música, amigos, cámara de fotos, edición de video, juegos, redes sociales pues será más difícil que el uso sea adecuado.
Alternativas al móvil
Si los adolescentes pasan demasiado tiempo con el móvil, en lugar de simplemente restringir su uso, podemos proponer alternativas atractivas fuera de la pantalla. Deportes, actividades artísticas, lectura, quedar con amigas/os en directo… opciones que fomenten la interacción real y el desarrollo de otras habilidades. No se trata de demonizar la tecnología, sino de equilibrar su uso con experiencias enriquecedoras en el mundo real.
Recordemos algunas normas de uso de Internet que tanto familias como menores deberían conocer:
- No se dan datos personales (dirección, nombre y apellidos, teléfono, el instituto, etc.) a desconocidos. Esto incluye publicarlos en redes o en mensajes privados.
- No se comparten fotos que te incomodaría ver en la plaza de tu ayuntamiento en tamaño XL.
- Lo mismo para conversaciones: no se dice ni escribe nada que no te gustaría ver publicado o que leyera otra persona. Lo privado no es tan privado.
- Respeto. Hay que ser respetuoso en redes y foros. El anonimato no es excusa y, a veces, ni siquiera es tan anónimo como parece. ¿Qué es tener respeto? Porque ni los adultos lo tienen claro. Respeto es no decirle nada a otra persona que no le dirías teniéndola enfrente, siempre que seas una persona educada en tu vida cotidiana.
- Si algo no te gusta, pasa de largo y busca contenido que te interese. La democratización de Internet supone que hay contenido para todos los gustos. Por muy erudita o diferente que creas que eres hay contenido par ti. No seas un troll. Los comentarios negativos provienen de personas frustradas. Existen desde que Internet era minoritario porque forman parte de la condición humana; ahora se les llama haters.
- Tu paso por la red, como por la vida, deja huella.
- Tiene que haber unas horas establecidas para el uso de tecnología, porque es indudable que atrapa, como antes atrapaba la tele, el cine o la calle. Por eso hay que plantear horarios adecuados.
- Poner los dispositivos en modo silencio durante las horas de descanso, sacarlos si es posible de la zona de sueño y eliminarlos de los momentos de convivencia (desayuno, comida, cena) son prácticas deseables.
La tecnología no es el enemigo. La clave está en acompañar, educar y enseñar a utilizarla con sentido común y responsabilidad. Como todo en la vida.





